viernes, 28 de diciembre de 2007

EL BEISBOL Y LA PASION TABAQUERA

Todos los estadios son como un templo. Cada deporte tiene sus propias reglas, pero también los públicos que asisten a ellos mantienen sus propias conductas y maneras de expresar la alegría del triunfo, la expectación de la emoción o el dolor colectivo de una derrota. Por eso no es lo mismo los gritos primigenios de una arena de box, el explosivo alarido de un estadio de atletismo, los cánticos, maracas y trompetas de un estadio de fútbol y los gritos, casi diálogos de multitud de los estadios de béisbol.

Este año no había visitado el Estadio Universitario de béisbol de la UAN, uno de mis orgullos no tan secretos. En un espacio muy reducido, habíamos concebido un estadio pequeño pero realmente bello, de acuerdo a lo que podíamos hacer con los recursos del patronato universitario; Un techo volado, que permite ver perfectamente el campo de juego desde cualquier lugar del estadio, y unos dogouts cómodos y cercanos al terreno. Con pizarra electrónica (la única que hay en Nayarit en un campo de pelota) y con una perfecta sincronía de la cerca del outfield, 328 por los jardines laterales y 400 pies por el prado central. Ahora vuelvo a visitarlo, atraído por los juegos del playoff de la Liga Invernal del Noroeste, donde los Diablos Rojos de Tepic se enfrentan, ni mas ni menos que a los Tabaqueros de Santiago.

Por supuesto que no hubo un asomo de duda en que lado de la tribuna me sentaría, sería del lado de la primera base, donde se ubica la porra santiaguense. Es evidente la fuerza del origen y de la veneración primera por un equipo de béisbol. En el estadio Revolución asistí por primera vez a un evento masivo y mi primer equipo favorito, de cualquier deporte, fueron los Tabaqueros de Santiago. Ante mi memoria, son inolvidables las jugadas y batazos de Ildefonso Ruiz, Orestes Miñoso, Pato Hernández, Pepe Rodríguez, Manuel Parra, Pascual Villela, Porfirio Mendoza, Ernesto Azcárraga, Jose Bojorquez, Mauricio Arangure, Alfonso Preciado y muchos más jugadores que vistieron la franela de los Tabaqueros y que hicieron la delicia de los fanáticos de ese deporte en las interminables tardes y noches de pelota caliente desde la década de los 60 en el estadio de Ixcuintla.

En el estadio universitario de la UAN juegan los Diablos Rojos, sucursal del equipo de liga mexicana propiedad de los Manzur y que en Tepic administra la familia Sierra quien ha apostado por la afición al béisbol en Tepic y realmente la han hecho resurgir. Sin embargo, la tradición se impone. Desde la Liga de la Costa Tepic ha mantenido equipos de béisbol sin mucho éxito en el arraigo emocional entre la afición; el equipo se ha denominado Diplomáticos, Senadores, Cafeteros y ahora son Diablos Rojos. Los santiaguenses siempre hemos sido Tabaqueros. Eso no borra la historia beisbolera de los equipos tepiqueños que han visto pasar jugadores cono Wenceslao González o “Houston” Jiménez pero las raíces no son tan profundas como en las tierras costeñas.

Un ejemplo de ello fue la guerra de porras en el primer partido entre los Tabaqueros y los Diablos Rojos; la creatividad, el desenfado y el apoyo al equipo durante todo el partido caracterizaron a la porra santiaguense encabezada por Federico Langarica y el famoso “Niño” (que jamas he sabido como se llama) quienes mentaron madres, echaron maldiciones, inventaron apodos y contestaron insultos como si fueran actores de carpa cómica. La porra tepiqueña ubicada del lado de la tercera base no dio una, porque sus tácticas eran las de una porra futbolera, tambores, matracas, cornetas de viento y hasta cánticos de las barras argentinas del Boca Juniors que seguramente aprendieron de una visita al estadio Jalisco. Quizá esa fue la diferencia en el resultado, pues mientras la porra de los tabaqueros no dejaba de presionar a los pitchers rojos en situaciones comprometidas, los tepiqueños cantaban el olé olé olé y el vino de San Andres cánticos que se perdían en la fria noche de la Ciudad de la Cultura.

Santiago ganó 8-4 después de un excelente cierre de Florencio Bustillos que lanzó desde la 6a entrada y preservó la victoria del pitcher abridor. Cierto, la diferencia fue el pitcheo, pero también el apoyo de la afición y para eso los santiaguenses nos pintamos solos.

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